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Ficha

Resumen

Londres, 1950. Vera Drake (Imelda Staunton) vive con su esposo Stan (Phil Davis) y sus hijos, Sid y Ethel, ya grandes. No son pudientes, pero viven felices, unidos y en armonía. Vera trabaja limpiando casas; Stan, como mecánico en un taller. Pero la abnegada Vera tiene otra tarea que mantiene en secreto frente a todos quienes la rodean: sin aceptar ningún tipo de pago, asiste a toda aquella jovencita que quiera deshacerse de su embarazo no deseado. Hasta que una investigación policial hace que su pequeño mundo comience a derrumbarse. La película obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia 2004, así como el Premio de Interpretación Femenina para Staunton.

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Comentario de Cartelera.com.uy

Una mujer llamada Vera

Jueves 5 de mayo. Vengo de ver Vera Drake con una amiga que lloró durante media película. Aunque soy un tipo sensible, yo no lloré. En la tele anuncian que una mujer de 31 años murió esta mañana en el Maciel tras recibir un exceso de anestesia en una clínica clandestina. Había pagado 16.000 pesos por practicarse un aborto. Dos médicos y una enfermera declararon ante la justicia. Pero la mujer, oriunda de Lavalleja, murió y no hay nada que hacerle. Ahora, sí, me dan ganas de llorar.

Tal vez sea que esto es parte de la dura realidad y Vera Drake es “sólo” una película. Sin embargo, una película que –a pesar de estar ambientada en el Londres de hace 55 años- describe una realidad que está ocurriendo aquí y ahora. Pero alguien ya dijo que Vera Drake es tanto un film sobre el aborto como Million Dollar Baby lo es sobre la eutanasia, y eso es parcialmente cierto. Hay cosas que los personajes hacen, pero eso no los define ni constituye el centro de la trama.

Vera Drake, en mi opinión, es una película sobre una familia inglesa de clase trabajadora cuya humilde felicidad de pronto se viene abajo. Es ahí, a partir de ese preciso momento en que golpean la puerta y el rostro de Vera (una increíble Imelda Staunton) cambia fatalmente hacia la desazón que comienza el drama para la protagonista. Antes, lo que hacía era parte de su rutina: atender enfermos, dar de comer a su familia, visitar a su madre enferma, limpiar casas de gente adinerada, practicar abortos… Solo que Vera no los llamaba abortos; ella lo único que hacía era “ayudar a jóvenes mujeres”.

En la revista argentina El Amante, Marcela Gamberini es muy dura en su crítica porque “la película no condena, ni castiga, ni premia, pero tampoco incita al espectador a hacerlo”, como si una película tuviera la obligación de tomar partido o de ayudar a sus espectadores a decidir qué pensar. Más allá del reclamo de Gamberini, lo cierto es que Leigh tiene una posición tomada al respecto y no es difícil darse cuenta cuál es. Pero uno no va al cine necesariamente a descubrir cuáles son las opiniones de un director, sino a que le cuenten historias sobre personas y poder generarse una opinión propia. Y esta es la historia de una mujer que, llevada por su bondad, se dedicaba a darles una mano a mujeres desesperadas ante cuyo problema la sociedad solía darles la espalda.

Hay sí apuntes sobre “el tema del aborto”: hay mujeres solteras y casadas, ricas y pobres, jóvenes y maduras; mujeres que fueron violadas y abortan por vergüenza y mujeres que tienen siete hijos y no pueden alimentar a uno más. “Si una madre no puede alimentar a un hijo es como si no pudiera amarlo”, dice un personaje desde su simpleza. Pero insisto en que eso no constituye el centro de la trama sino, en todo caso, el contexto en que se mueve Vera Drake.

Y después está la estupenda puesta en escena que propone Leigh: ambientes pequeños y de difícil tránsito, cargados de muebles y elementos que obligan a los personajes a una inevitable cercanía, o la desnudez de una estación de policía donde la protagonista se siente frágil y vulnerable. Y es imposible dejar de pensar en la forma de filmar que tiene el director: como en todas sus películas anteriores (Secretos y Mentiras, Simplemente Amigas, Topsy-Turvey) Leigh llega al rodaje sin un guión previo sino con la más pura confianza en la improvisación de sus intérpretes. Uno puede imaginarse al director diciéndole a Phil Davis (que encarna a Stan, el marido de Vera): “tu esposa es una señora muy amable que limpia casas de familia, hace pocos años que volviste de la guerra, trabajás en el taller mecánico de tu hermano, y entonces aparece un pretendiente para tu hija…” La tensión de varias escenas a partir de la detención de Vera se hace más poderosa si uno tiene en cuenta que ese actor se siente tan sorprendido como su personaje.

La película confirma a Mike Leigh como uno de los mejores representantes del cine británico actual, y a Staunton como una de sus mejores actrices. Y justo se estrena en un momento en que buena parte de nuestra sociedad se propone hablar del tema de la salud reproductiva mientras otra parte quiere que del tema no se hable. Es probable que, desde que empecé a escribir esto, otra mujer se esté practicando un aborto en otra clínica clandestina. Me pregunto si mañana hablarán de ella en el noticiero…
 

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy